Hoy día somos muchos los que no podemos concebir nuestra vida sin internet, muy especialmente desde que se han popularizado los smartphones en los últimos años y tenemos acceso permanente a internet desde cualquier sitio. Sin embargo, la nueva era de las comunicaciones que vivimos también implica riesgos relacionados con nuestra privacidad.
Hace pocos días se publicó un informe elaborado por un comité del Senado de los Estados Unidos, liderado por el senador John D. Rockefeller IV (bisnieto del famoso magnate), en el que se analizan las actividades de los “data brokers”, empresas especializadas en la adquisición, almacenamiento y venta de datos personales de cientos de millones de ciudadanos.
Las conclusiones del informe son bastante sorprendentes para aquellos que piensen que su información privada merece ser llamada como tal. Algunos de los datos que manejan los data brokers incluyen saber si una persona ha comprado una cierta marca de refresco en los últimos seis meses, cuántas veces ha ido al médico en el último año, cuántos kilómetros ha viajado en el último mes, si tienen enfermedades como depresión o Parkinson, cuánto pesan los integrantes del hogar, las compras que realizan, si estas se hacen por internet, por catálogo o en una tienda… La disparidad y nivel de detalle de la información que manejan es, cuanto menos, inquietante.
Los usos de esta información incluyen, entre otros, la prevención de fraudes, valoraciones de riesgo financiero y, por supuesto, el marketing. Ya estaréis imaginando que el valor de toda esta información para las empresas de casi cualquier sector económico es enorme y los data brokers constituyen una industria de miles de millones de dólares que sigue creciendo exponencialmente. Aunque es cierto que si las empresas nos conocen mejor podrán ofertarnos productos más adecuados a nuestro perfil y necesidades, en el mismo informe se advierte que esta información también podría estar siendo utilizada para fines menos justificables, como la venta de créditos de alto coste a colectivos con problemas, que estén pasando por una necesidad puntual de dinero. No ayuda tampoco a tranquilizarnos la reticencia de los data brokers a explicar cómo y dónde consiguen esta masiva cantidad de información, lo cual suscita dudas sobre la legalidad de sus fuentes.
Lo cierto es que no está resultando fácil limitar las prácticas de los data brokers o sus clientes, y son aún pocos los ejemplos de empresas que han sido condenadas por recopilar o hacer un uso fraudulento de los datos personales de sus clientes. En muchos casos, además, las sanciones impuestas son insignificantes en comparación con las ganancias de las condenadas. Por ejemplo ¿cuánto creéis que pagó Google por monitorizar sin permiso las webs visitadas por millones de usuarios de iPhone?
Por su parte, los últimos escándalos de espionaje a países europeos por parte de la NSA han puesto de nuevo en la palestra la protección de los datos personales en la UE. La Comisión Europea lleva ya dos años sin éxito intentando aumentar la protección de los datos personales de los europeos (que ya de por sí están mejor protegidos que los estadounidenses hoy en día), y se está encontrando con la oposición frontal de las grandes multinacionales de internet, como Amazon, Microsoft, Google o Apple y de los propios Estados Unidos.
Lo que está claro es que la nueva era de la comunicación ha venido para quedarse y que cada vez será más difícil viajar, comprar, leer u opinar sin que haya otros ojos observándonos y catalogándonos de forma automática según nuestros gustos y preferencias. ¿Qué opináis vosotros? ¿Creéis que el Gran Hermano de Orwell se ha hecho realidad con 30 años de retraso? ¿Tenemos que renunciar a nuestra privacidad para disfrutar de las ventajas de las nuevas tecnologías?
Imagen: D4Discovery