Seamos sinceros. Nadie, o casi nadie, se lee los términos y condiciones que acompañan al software que instalamos. Todos le damos a aceptar sin tan siquiera pararnos a ver qué demonios estamos aceptando. Es más, estos documentos se escriben precisamente para que no se lean, con un lenguaje críptico, legal y monótono pensado para que nadie con una vida mínimamente interesante decida perder el tiempo con esto.
Porque claro, si dichas condiciones fueran claras, breves y directas, quizás muchos no instalaríamos nunca ciertos programas. Imaginad que tenéis que aceptar las siguientes condiciones:
«Hola. Muchas gracias por instalar nuestro programa gratis. A cambio, vamos a instalar en tu ordenador varios programas de publicidad que te mostrarán pop-ups continuamente al encender tu ordenador y al navegar. O en cualquier momento ya puestos. Pero tranquilo…, para que no sean anuncios basura vamos a cotillear en tus datos, tu historial de navegación y compras online para poder adaptar la publicidad a tu perfil específico. Lo sabemos, lo sabemos… No nos des las gracias por tanta atención. No tienes que pagarnos nada. Ya sacaremos dinero vendiendo esta información a otras empresas para que inunden tu mail con ofertas de alargamiento de tu cosita y eliminación de grasas (que ya hemos visto que te interesan). Para acceder a todas estas ventajas sólo tienes que hacer clic en «Acepto».»
Está claro que si se explicaran así no venderían ni una unidad, claro. Por eso dicen lo mismo, o cosas peores, escondidas en miles de palabras. La proporción de personas que leen estos textos es tan ridículamente baja que en 2005 una empresa de seguridad informática lo demostró haciendo una prueba real: En las condiciones de licencia de uno de sus programas indicó que el primero que contactara con ellos a través de un cierto mail conseguiría una recompensa. Hicieron falta 4 meses y más de 3000 descargas para que el primer usuario leyera esa frase y contactara con ellos, por lo cual recibió 1000 dólares.
Otro ejemplo hilarante fue el de Gamestation en el Reino Unido, que incluyó una cláusula según la cual sus clientes aceptaban entregar la propiedad legal de sus almas al comprar alguno de sus juegos. Al 12% de personas que rechazaron esas condiciones, espiritualmente abusivas, les regalaron 5 libras para futuras compras. Al resto de clientes que perdieron su alma, les enviaron un mail desvelando la broma e instándoles a leer siempre las condiciones que aceptamos.
Pero da igual, al final nunca leemos las condiciones de la licencia de uso. Ni siquiera tras leer este artículo empezaremos a hacerlo (siendo honestos, ni yo mismo lo hago). Por ese motivo, la única forma más o menos razonable de protegernos es descargar software siempre de fuentes de confianza. O de empresas serias con buena reputación o programas que tengan buena nota en servicios independientes como Softonic y similares. Y aún así, nunca puede estar uno seguro de que no nos la cuelen.
¿Y tu qué? ¿Has leído las condiciones del último programa que instalaste? ¿Habrás perdido ya tu alma en una de ellas?
Vía: PC Pistop | The Telegraph | Imagen: Wanna-Joke